Es decir, casi 29 millones de colombianos, aproximadamente el 87% de la población, conviven con estos sitios, donde se reproducen enormes cantidades de fauna y que han sido considerados por los expertos ‘los riñones del planeta’, por su capacidad para acumular agua y filtrarla.
Los primeros impulsos de este diagnóstico surgieron en el 2011, luego de los desastres causados por el fenómeno de la Niña. En ese momento, las lluvias dejaron pérdidas superiores a los 8 billones de pesos, entre otras razones porque los humedales han sufrido tanto impacto desde la década del 80 que muchos perdieron su capacidad para retener las precipitaciones.
En las zonas urbanas muchos se desecaron para construir edificios, como en Bogotá, ciudad a la que, después de tener 50.000 hectáreas de humedales, hoy no le sobreviven más de 1.000 hectáreas.
Han sido arrasados para darles espacio a las actividades agrícolas, tal como ocurrió en la laguna de Fúquene. Parte de ella ha sido invadida para introducir ganado lechero. Lo mismo ha pasado en La Mojana sucreña, con la cría de búfalos y cultivos de palma.
Otros atentados son la pesca sin control y la construcción de canales y diques. En el 2012, la Contraloría General de la República había alertado a las autoridades sobre la necesidad de hacer esta identificación, ante la ausencia de estadísticas unificadas y confiables.
Los primeros datos del mapa en construcción indican, además, que a pesar de su importancia solo el 20 por ciento de las áreas protegidas del país resguardan humedales, a pesar de que estas madreviejas o turberas, como son conocidos en muchas regiones, proveen alrededor de 13.000 toneladas de pescado al año, desde el Magdalena y el Amazonas, parte de las cuales se consumen en Bogotá.
Tomado de (EL TIEMPO)
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